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La UE se ha fijado un ambicioso objetivo: 20 millones de personas trabajando en tecnología para 2030. Pero las estimaciones actuales indican que sólo llegaremos a 12 millones. Eso deja un vacío de 8 millones de personas, y es un problema grave.
El problema radica en un desajuste fundamental entre el ritmo de la transformación digital y los sistemas destinados a apoyarla. Nuestros canales educativos, programas de mejora de las cualificaciones y marcos de movilidad simplemente no están diseñados para escalar con la suficiente rapidez -o equidad- en todo el continente.
Mientras tanto, el 80 % de la tecnología que impulsa la transformación digital de Europa se diseña y fabrica fuera de Europa. Ya hemos perdido terreno en la innovación digital y ahora, sin suficientes profesionales cualificados, corremos el riesgo de quedarnos aún más rezagados en áreas críticas como la IA, la tecnología limpia y la ciberseguridad.
Sí, la recualificación es esencial. Pero seamos sinceros: reciclar a 8 millones de trabajadores en menos de cinco años no es realista. Sobre todo cuando el acceso a la formación es desigual y muchas regiones siguen teniendo grandes carencias en infraestructuras digitales.
¿Qué podemos hacer ahora? Facilitar que las personas cualificadas se desplacen allí donde se las necesita.
Cuando el talento se mueve libremente, las empresas crecen más deprisa, las economías se vuelven más competitivas y los trabajadores obtienen mejores oportunidades.
La transformación digital no puede esperar. Y si los profesionales cualificados se quedan atrapados detrás de las fronteras o se ven frenados por normas de visado obsoletas, sectores enteros notan el impacto.
Si queremos que Europa siga siendo competitiva en la escena mundial, debemos permitir que el talento circule libremente, con eficacia y a escala. Es una de las maneras más efectivas de cerrar la brecha de cualificaciones y reforzar el lugar de Europa en la carrera tecnológica mundial.
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