El capital humano es uno de los principales motores del crecimiento económico.
Sin embargo, la burocracia y las políticas obsoletas son un cuello de botella crítico en el movimiento de talentos a través de las fronteras. La notoria escasez mundial de talento no ha hecho más que empeorar desde el inicio de la pandemia del COVID-19. Según la encuesta más reciente de ManpowerGroup sobre la escasez de talentos, casi 7 de cada 10 empresas (69%) informan de escasez de talentos y dificultades para contratar, lo que representa un máximo de 15 años.
Todo el mundo que contrata hoy en día sabe que las buenas personas son difíciles de encontrar en un buen día. Lo frustrante es que, una vez encontradas, puede ser aún más difícil trasladarlas de un país a otro. En Alemania, por ejemplo, se puede tardar hasta un año en conseguir una cita con las autoridades de inmigración, mientras que el propio país experimenta una creciente escasez de talento que se cierne sobre su crecimiento económico.
Lejos de ser la excepción, Alemania es uno de los muchos países que se disparan a sí mismos en el proverbial pie poniendo obstáculo tras obstáculo a la movilidad humana dentro de sus fronteras.
Y la mayoría de la gente no se da cuenta o no le importa, o simplemente lo acepta como un hecho de la vida.
Con demasiada frecuencia, pensamos que la lentitud de los trámites burocráticos es poco más que una molestia. Los trámites burocráticos, ya sea para comprar un inmueble, cambiar de nombre o mudarse a otro país, son una molestia y un quebradero de cabeza, pero así es como funcionan las cosas, ¿no? El papeleo entra, los engranajes giran, los permisos y certificados salen... al final.
Así es como se ha hecho siempre.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué hemos aceptado el dolor del papeleo como una realidad de la vida moderna, cuando los sistemas establecidos se desmoronan al menor escrutinio?
Cuando Raúl, experto en movilidad global de Jobbatical, entró en la Oficina de Trabajo en el Extranjero de Filipinas en Madrid en julio de 2021, bien podría haber retrocedido en el tiempo. Allí, para recoger unos documentos para un cliente, le pidieron que tomara asiento en una mesa de una sala decorada con una gran bandera filipina y un imponente retrato de Duterte mirándole fijamente.
En esta mesa, Raúl se sentó durante unos 35 minutos, viendo cómo el funcionario analizaba, sellaba y firmaba, una a una, más de 70 páginas de documentos. Por "razones de seguridad", no se le permitió utilizar su teléfono mientras esperaba. En el otro extremo de ese proceso, el cliente de Raúl tuvo que soportar más tarde una situación similar al recoger los documentos.
Esta experiencia ligeramente distópica puede parecerle un tanto extraña e inconveniente, pero, en general, quizá inofensiva.
Pero veamos otro caso reciente de inmigración, en el que una madre soltera divorciada que trabajaba en una empresa tecnológica de Malasia recibió una oferta para trasladarse a la oficina europea de la empresa. Primero, las autoridades de inmigración le pidieron que viajara 10.000 kilómetros hasta la embajada más cercana, dejando a sus hijos, para solicitar un visado y un permiso de trabajo. Luego tuvo que volar de vuelta a Malasia, esperar tres meses a que le aprobaran el permiso, volar 10.000 kilómetros hasta la embajada de nuevo (esta vez con sus hijos) y solicitar visados para los niños, antes de poder trasladarse finalmente a Europa.
¿Hay alguna razón real para que este proceso sea tan prolongado y perturbador?
Sabemos que el capital humano está distribuido de forma desigual en todo el mundo. Y sabemos que esto es un obstáculo importante para la innovación, el crecimiento económico e incluso algo tan crucial -aunque a menudo pasado por alto- como la felicidad humana. Entonces, ¿por qué son tan altas las barreras a la movilidad global?
Porque inmigración es una palabra sucia. Porque el cambio es duro. Y porque en el gran esquema de las cosas, "he tenido que esperar un año para una cita" o "he tenido que volar a otro país para hacer unos trámites" pueden no sonar como cuestiones de alta prioridad y máxima urgencia.
Pero para que las economías, las empresas y las personas prosperen, es imprescindible solucionar el problema de la inmigración.
La buena noticia es que hay algunos avances.
El año pasado, mediante la aplicación de una digitalización relativamente pequeña pero impactante en cooperación con las autoridades de inmigración de Berlín, Jobbatical acortó un proceso de inmigración de 90 días a 2 días.
Luego están los visados para nómadas digitales, como los introducidos recientemente por Estonia y España, que se están convirtiendo en una forma cada vez más normalizada de reconocer y facilitar nuevas formas de trabajar y desplazarse a través de las fronteras. Y este verano, Scale-Up Europe presentó a Emmanuel Macron un informe que destacaba la importancia de facilitar la circulación del talento global en Europa.
En Jobbatical trabajamos para crear una identidad digital segura y universal para el desplazamiento transfronterizo global que permita a las personas cargar su información y documentos una sola vez. Nuestro sistema inteligente coteja esos datos con los formularios gubernamentales de los distintos países y guía al usuario a través del proceso de reubicación. Empresas y particulares, desde profesionales altamente cualificados a refugiados en busca de seguridad, podrán utilizar este sistema para iniciar y seguir procesos de inmigración fluidos y sin papeles. En los próximos años, queremos conectar esta identidad digital a los sistemas gubernamentales de todo el mundo, para que la movilidad humana sea lo menos traumática posible.
En general, los progresos realizados no son más que unas gotas en un océano de disfunciones burocráticas. Los cambios políticos y los pequeños avances hacia la digitalización están muy bien, pero de momento son poco más que vendas en una herida abierta.
El futuro de la movilidad humana y la inmigración, tal y como lo concebimos, depende de la conjunción de políticas inteligentes y tecnología, y de una profunda reimaginación de la forma en que concebimos las fronteras, las nacionalidades y la movilidad humana.